El cáncer cervico uterino es la primera causa de muerte por cáncer en la mujer mexicana. Es uno de los cánceres en los que es posible hacer detección temprana, así como también existen tratamientos resolutivos de fácil aplicación que lo hacen prácticamente curable.
La experiencia de otros países muestra que la mejor alternativa para prevenir la mortalidad por cáncer cérvico uterno es la detección y el tratamiento de los procesos inflamatorios cérvico vaginales y lesiones precursoras como son: la displasia leve NIC 1, moderada NIC 2, severas y el cáncer in situ, NIC 3.
Para la detección temprana del cáncer cérvico uterino, la citologia cervical es el método de tamizaje de elección, a nivel mundial. Los países del primer mundo han disminuido su mortalidad a través de la citologia genecológica, con programas de cobertura y calidad bien establecidos.
En la actualidad, el papel del VPH en el desarrollo de las neoplasias cervicales es indiscutible, el cáncer cérvico uterino, es el resultado de un proceso dinámico que se inicia, a partir de la infección por VPH, aunada a factores de riesgo, que conduce a una etapa preinvasora. Este proceso es asintomático y de evolución muy lenta, lo que permite diagnosticar y tratar oportunamente este padecimiento.
El cáncer cérvico uterino tiene una evolución bien identificada con la presencia de lesiones precursoras denominadas "displasias" las cuales se clasifican por el Sistema Bethesda como anormalidades en células epiteliales: Lesión escamosa intraepitelial de bajo grado incluyendo infección por virus del Papiloma humano / displasia leve NIC 1, y lesiones escamosas intraepiteliales de alto grado incluyendo en estas categorías a la displasia moderada, grave y el cáncer in situ y por último el cárcinoma epidermoide invasor.
Estudios previos han demostrado que el tiempo que transcurre entre una displasia leve hasta el cáncer invasor es de 10 a 20 años, lo cual permite a través de la detección temprana interrumpir el curso de la enfermedad.
Es importante hacer notar que no todas las displasias evolucionan a cáncer, ya que se ha comprobado que las lesiones intraepiteliales de bajo grado presentan una regresión del 57%, una persistencia de 32% y progresión a displasia grave de 11% y 1% de invasión. Dentro de las lesiones de alto grado en donde están incluidas las displasias moderadas, presentan una regresión del 43%, una persistencia de 35% y progresión a displasia grave del 22% y 5% de invasión. En el caso de displasias graves éstas presentan una regresión del 32%, una persistencia menor de 56% y el 12% evolucionan a cáncer invasor.
De acuerdo con la historia natural del cáncer cérvico uterino, la edad promedio en la que se detectan las lesiones más frecuentemente es: displasia leve, lesión de bajo grado, de 20 a 30 años, la lesión de alto grado, displasia moderada y displasia severa de 35 a 45 años. Con relación de casos positivos, el cáncer in situ es más frecuente entre los 40 a 45 años, el cáncer microinvasor entre los 45 a 50 años y el invasor de los 50 años en adelante.
Con respecto a los síntomas y signos presentes en la enfermedad, en los casos de lesiones de bajo y alto grado, displasias y cánceres iniciales, suelen no dar sintomatología, la única forma de ser diagnosticados es mediante el estudio citológico.
Cuando el cáncer se encuentra en etapa invasora la manifestación más común es la dispareunia, sangrado y dolor. A la exploración se observa deformación del cuello uterino por tumoración.
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